lunes, 28 de noviembre de 2011

Pequeñas cosas que hacen bien

Cuando uno ve fotos se retrotrae en momentos. Me pasó que viendo una de ellas me corrió un escalofrío que se extendió por todo el cuerpo y continuó junto con una canción que me acompañaba en esta tarde de feriado. Se trata de amores, que te acarician el alma, sentándose en la cornisa de tu corazón. Me pasó que conocí un lugar en el mundo donde siempre voy a querer estar, no sé si físicamente será posible pero lo mejor de mi se enamoró de sus calles, se sonrojó en tus atardeceres y brilló en las noches de estrellas cómplices. Se llama Cafayate y es, a mí entender, el aire al que ningún pulmón se debería privar. Y el más dulce recuerdo de mi paso por la fiesta de la Serenata comenzó con una noche de primavera en la que una gran compañera de ruta me invitó a ver una banda y yo, queriendo dejarme llevar por los buenos momentos, accedí. El nombre de la Banda no me lo puedo sacar de encima, se llama “Me darás mil hijos”, y con mucha magia, a través de “Noche Linda”, me invitaron a recordar los más tibios momentos que de este año me quiero llevar. Hay un estribillo que no dejo de repetir

Y al andar

te bajo la luna y me pongo al revés,
camino de manos y río a la vez
y dejo que el aire me lleve,
me lleve ligero a tus pies.”

Este tipo de amores, de gente, de lugares, melodías y otras yerbas son los momentos que te sacan una sonrisa o te enamoran de la vida.

Por muchos más caminos, a la tierra más linda y a las canciones más cándidas, que son simplemente, pequeñas cosas, que hacen bien.

domingo, 30 de octubre de 2011

De anécdotas y algo más

18.30 era el horario. Con Darío llegamos un poco tarde porque yo salí de trabajar a las 18hs. No sabíamos muy bien en que consistía el evento pero nos suscribimos y fuimos, que podíamos perder, pensamos. Cuando nos estábamos acercando con la combi al lugar de destino notamos que comienza a desviarse. El motivo: era un día 27 de Octubre de 2011, aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner[1]
Hace unos meses que con colegas veníamos trabajando en un proyecto de laburo independiente. Teníamos muchas ganas de hacer algo de lo nuestro, esa cosa llamada Comunicación Social y entre mates hacíamos causa común de nuestros deseos y realidades. Una tarde apareció Darío con un hallazgo para compartir: una revista de formato pequeño pero con grandes buenas historias, que recibió en una estación de subte, un día como cualquier otro.
Una vez que bajamos de la combi caminamos a través de la Plaza de Mayo para llegar al salón donde se realizaba el encuentro. Nos dejamos llevar por una inquieta sensación de sorpresa y agrado. Pudimos apreciar a mucha gente que conoció la revista “Oblogo”[2] por casualidad y hubo algo que, fortuito o azaroso, los llevo a participar. Su contenido es realizado con artículos de blogs creados por gente común, como vos o como yo, que cada tanto deciden “chamuyarse” a las obligaciones y hacer un poco de lo que tienen ganas. Ésas ganas de contar anécdotas, retratar imágenes y ponerle palabras o melodías a lo que cada uno siente son algunas de las cosas que se pueden encontrar en blogs. El equipo de Oblogo aprovechó la ocasión para premiar a sus escritores y dibujantes y regalarles un poco de toda esa magia que recrean en cada ocasión. Y la noche no estuvo sola: nos acompañó también la informalidad de sus organizadores, la contrapoesía de Sambayonny[3], las palabras de los ganadores, los paréntesis del jurado y la buena onda de mucha gente.
No sé si hay moraleja de todo esto, la mía es que me volví en el 159 con esa sensación de que fue un día como cualquier otro, en el que fui a trabajar y cuando salí se me ocurrió hacer algo que le agregue valor “simbólico” al día y me encontré con personas en la misma frecuencia, con la brújula guiándonos en un mismo sentido: sumar, celebrar, conocer y redescubrir, para matar a la rutina, ponerle azúcar al día y dejar algo bueno para mí, con lo que viví, o para vos, que lees este artículo o simplemente, te encontraste alguna vez con una Oblogo y estas dispuesto a reírte si, por leerla, te pasaste alguna estación del subte. Al final, valió la pena!


[1]Presidente de la República Argentina durante el período 2003-2007, que fue sucedido por su esposa, la actual Mandataria Cristina Fernández. El 27/10/2011 se conmemoró el primer aniversario de su fallecimiento.
[3] Cantante argentino que utiliza vocablos provocativos y metaforiza con ellos anécdotas de la vida cotidiana. http://www.iwipa.com/iwipa/9311677951?pid=1

martes, 18 de octubre de 2011

Sí puedo pero ... ¿quiero?

“Los objetivos son sueños con piernas, van a alguna parte”[1].

            Hace poquito asistí a una clase de Coaching[2] y mi profesora estaba explicando Análisis Transaccional, una teoría de la personalidad y las relaciones humanas. Para explicar ciertas conductas de los hombres citó algunos ejemplos y en ellos emitió la siguiente frase “yo logro todo lo que me propongo”. El salón quedó en silencio, segundos que llegaban a minutos, hasta que algún compañero reaccionó y pronunció lo que quizás muchos pensamos “pero no se puede lograr todo lo que uno quiere”. Y nuestra profesora insistió “si, se puede”.
Dicen que soñar es gratis pero alguna vez te preguntaste si te permitís soñar, adonde te pueden llevar esos sueños y si alguna vez pensaste en hacerlos realidad? Todos estos interrogantes tal vez naveguen en tu imaginario y no esta mal que así sea o quizás no. Te propongo animarte a ir un poquito más allá y ver que pasa.
O´Connor y Lages explican en su libro Coaching con PNL[3] que en la vida moderna hay que moverse para alcanzar aquello que deseamos pero siguiendo tu propia dirección. Todos pasamos por ese momento romántico de imaginar, algunos más, otros menos, pero, lo fascinante puede convertirse en decepcionante cuando seguimos los sueños y caminos de otros. Por este mismo motivo, no hay laberinto más aterrador pero seguro que el de buscar tu propio sueño y trazarlo con tus zapatos. Los autores realizan una guía que funciona únicamente cuando se te cruza una vaga idea en la cabeza, la tratas de desechar y te das cuenta que vuelve y vuelve y el tiempo te demuestra que deseas hacerla carne y hueso. La escalera para alcanzar ese deseo podría subirse así: 
Primer Escalón: expresa esa idea, sueño u objetivo en términos positivos.
Segundo Escalón: delimítala y hácela lo más especifica posible (el refrán dice “lo bueno, si breve, dos veces bueno”[4]).
Tercer Escalón: comenzá a moverte, realizá alguna acción para ese deseo y observa que resultado tuviste, como progresa o no con cada paso dado.
Cuarto Escalón: analizá con qué recursos contas y con cuales no, enumeralos.
Quinto Escalón: Tenes que ser proactivo, moverte, moverte y moverte. Camina hacia lo que queres, no esperes.
Sexto Escalón: pensá los pros y contras que tiene lograrlo.
Y Séptimo Escalón: elaborá un “plan de viaje”, es decir, los pasos que tenes que dar para alcanzarlo.
            Cuando la profesora nos dijo que “sí se puede” nos dió la llave que tenemos colgada en el llavero y a veces no usamos: nos explicó que soñar destinos imposibles no nos lleva a nada, solo a “la nave del olvido”[5] pero si nos proponemos objetivos que existen en un universo cercano vamos a poder tenerlos con nosotros, tarde o temprano. Sería como soñar con los ojos abiertos.         
            Si funciona o no, la verdad, no lo sé pero sí te puedo decir que tengo la sensación que algo bueno va a salir de todo esto. Probar no cuesta nada y soñar menos, no? 



[1] Joseph O´Connor y Andrea Lages en Coaching con PNL, Programación Neurolingüística. Ediciones Urano. Año 2005. http://www.buscalibros.cl/coaching-pnl-oconnor-joseph-cp_1758297.htm
[2] Coaching: Es un conjunto de habilidades que ayudan a mejorar el rendimiento profesional, desarrollar una nueva habilidad o resolver un problema. Veáse en Introducción de  Coaching con PNL, Programación Neurolingüística, de Joseph O´Connor y Andrea Lages.  Ediciones Urano. Año 2005.
[3] Idem 1.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mandatos divinos. Parte I.

Llegó el fin de semana y tengo un nuevo cumpleaños al que asistir. Es un sábado al mediodía, que, entre la fiaca de toda la semana y la trasnochada del viernes tardo en encender los motores. Logro pegarme una ducha, elegir que me voy a poner y salgo rumbo a la cita, en la hora indicada (me gusta la puntualidad, no te lo voy a negar). Llego y saludo a la nena de mi amiga, en este caso la cumpleañera, y a toda su familia, la que me invita a sentarme y me convida con un sanguchito y algo de tomar. Ni bien me saludan escucho el primer comentario de uno de los comensales “¿Como estas tanto tiempo?”, ¿Cómo están tus cosas?, ¿Y, conseguiste novio?”. Chan, comienza la odisea.
Existen mandatos divinos que, a medida que pasa el tiempo, o nuestro tiempo, comienzan a ser vital en nuestras vidas (o a veces en los demás más todavía): “¿Tenes novio?”, “¿Trabajas?”, “¿Estudias?” y “¿Qué hacés de tu vida?”, para nombrar algunos. Vamos a entretenernos con el primero nomás. “No, no tengo” respondo al que me pregunta. Imaginate posibles preguntas de los que no veo tan seguido “¿y que pasó con el anterior? (que es lo más leve si no me dejó y lo estoy llorando no? ). Después viene un “¿A quién le podemos presentar? Y yo digo “no, gracias, no necesito”, que no sé si no necesito pero no quiero escuchar nada más al respecto y en lugar de dejarme tranquila  el papá de mi amiga me dice “yo tengo un compañero de 45 años que la tiene toda”. Ah bueno, te lo agradezco pero no. La verdad muchas cosas no se me ocurren para contestar pero aclaro que tengo 27 años, que estoy bien así y disfruto mucho de la vida y las pequeñas cosas. No conforme con eso, el abuelo de mi amiga aprovecha la ocasión para arrojar un clásico chiste de salón “Tengo uno para presentarte que le dicen casa en construcción”, a lo que contesto porqué y el simpático señor aclara “porque no tiene el comedor hecho” (risas y sí, te tenés que reír).
Y después de esta hermosa parodia me pregunto si realicé algún comentario alusivo al tema o tengo la apariencia indicada para que surja esa charla. Puede ser que sí o puede ser que no. Lo importante es que si estas llegando a los treinta o ya los pasaste y estas feliz porque te independizaste, te compraste tu primer auto, conseguiste “el laburo” o estas juntando plata para hacer ese viaje que tanto tenés ganas generalmente van a pensar que si no éstas con alguien no vas a estar mejor.
¿Por qué?, ¿Por qué tiene que ser así? Porque todos nos ponemos grandes y los más grandes acentúan esas creencias que a ellos les inculcaron y que a vos también te empiezan a hacer ruido, no lo vamos a negar. Pero sabés que es lo que importa, que si estás en una situación parecida y te hace divagar un poquito en esa cuestión sepas reírte y te sientas feliz con todas esas cosas que tenes y te dan placer. Lo demás, llega cuando tiene que llegar, si es que lo estás buscando (también podemos no buscarlo no?).
Ahora, si pasa mucho tiempo y nada se dá siempre se puede pedir el teléfono del de 45 años no? Porque el del que le falta el comedor es muy fuerte.
Transcurre el mediodía, aprovecho para saludar a los que me faltan y en la sumatoria de charlas me doy cuenta que ya se hizo la tarde y la hora de partir. Me llevo charlas amenas, algunas de compromiso y más comida de la que pensaba comer.
Termino el último mate y me voy, entre risas e intrigas. Creo que te lo dicen con un poquito de envidia también no?
Buena vida,  

sábado, 8 de octubre de 2011

La mejor profesión del mundo, por Gabriel García Márquez.

Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.
La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.
Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.
La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.
Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.
El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.
Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.

Discurso de Steve jobs en Stanford (subtitulado)